¿Cuánto te cuesta cada venta?
¿Y cada entrega?
¿Y cada cliente que entra?
Insisto, ¿cuánto te cuesta?
Y no, no me refiero al CAC.
Me refiero a otra métrica que los de marketing que no saben de marketing ni de humanidad tienen en cuenta.
Te lo digo porque, igual te parece que vas bien… hasta que te paras a ver la factura real.
La que explicita que cada euro te cuesta vida.
Cada proyecto, horas que jamás volverán.
Cada entrega, energía que no recuperarás ni en cien vidas.
Y así no hay cuerpo, ni cabeza, ni negocio que aguante.
Es imposible.
Y el problema, amigo de la libertad, no es que seas bueno, es que vendes como si fueras eterno.
Como si siempre fueras a tener ganas, energía, tiempo y salud para estar ahí.
Sin embargo… bueno, ya sabes.
Por eso siempre te digo que primero va decidir qué vida quieres vivir.
Y luego, solo luego, construir un negocio libre que la financie.
El razonamiento es sencillo.
Pese a que mayoría ahí afuera siga complicándose la vida porque cree que esa es la única forma de hacerlo, de vivir y de morir.
Pero el razonamiento es sencillo.
Por eso el negocio tiene que cambiar antes de que revientes.
Y eso no significa escalar al estilo gurú ni inventarte un funnel de 37 pasos.
Significa empaquetar tu cabeza.
Traducir lo que sabes hacer en un sistema que se entienda, se desee y se entregue sin que tú tengas que estar cada puto minuto ahí.
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