¿Sabes lo que me dijo el otro día una alumna de la Mentoría?
Ojo, atiende con atenta atención, porque lo mismo te ves reflejado, reflejada, o reflejade en ella:
Me dijo, literalmente:
—Estoy harta de vender “lo que toca”.
Harta de seguir formatos que no me van.
Harta de cursos “como dios manda”.
Harta de sentir que tengo que encajar.
Me lo dijo así, tal cual.
Y la entiendo perfectamente.
Porque cuando tú vendes algo que no va contigo… aunque funcione, no lo disfrutas.
Y si no lo disfrutas, no lo vas a sostener.
Te vas a quemar.
Te lo digo yo, que en diciembre del 24 decidí matar el negocio que llevaba 7 años levantando con mis putas manos.
O peor, vas a dejarlo a medias.
Y terminarás pensando que “no vales para esto”.
Y no es verdad.
Lo que pasa es que estás montando un negocio a medida de otros.
De lo que toca.
De lo que se espera.
De lo que supuestamente vende.
Y a tomar por culo tu libertad, esa que juraste cuidar cuándo tomaste la firme decisión de emprender.
Y a ver, una cosa te digo: claro que hay que pensar en el mercado.
Claro que hay que resolver problemas reales.
Claro que no es solo hacer lo que a ti te sale del alma.
Pero coño, ¿dónde quedas tú en todo esto?
¿Dónde queda tu forma?
¿Tu estilo?
¿Tu puta manera de hacer las cosas?
Es que eso también importa.
Porque si lo que lanzas no te representa, si no hay un pedazo de ti ahí dentro, ¿qué sentido tiene?
Por eso, afirmo tajantemente que negocio propio no es solo para ganar pasta.
Es para sentir que estás poniendo algo tuyo en el mundo.
Algo que puedes mirar con orgullo y decir:
“Esto lo lancé yo. A mi manera. Y con mis cojones.”
Y eso solo pasa cuando eliges un enfoque que tiene alma.
Que tiene sentido para ti.
Que no es una plantilla.
Es una decisión.
Muchos no estarán de acuerdo con esto.
Y me parece bien.
En todo caso, si estás en ese momento de lanzar algo que de verdad te represente, yo que tú me apuntaba a mi newsletter.
Es ahí, mira:
Solo eres libre cuándo puedes decidir. Y aquí verás cómo hacerlo.
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