Tío, una cosa que me lleva pasando años con la peña que emprende.
Dime tú si esto no te suena:
Te montas un modelo de negocio.
En tu cabeza suena épico.
Modular, escalable, automatizado, wow.
Pero luego llega la vida.
Y la vida te mete una hostia con la mano abierta.
Y te deja tieso.
Te das cuenta de que no te da.
Ni tiempo, ni energía, ni estructura.
Pero tú ahí, como un campeón, empujando igual.
Con el “no, es que esto a largo plazo…”
A largo plazo te vas a quemar.
Eso es lo que va a pasar.
Y lo sabes.
Porque no es la primera vez.
Y lo peor es que lo disfrazas de ambición.
Pero no es ambición.
Es puro autoengaño.
Mira, esto te lo digo claro:
Si el modelo de negocio que estás montando no lo puedes defender con la vida que ya tienes…
No es libertad.
Es otra puta jaula, como esa a la que juraste no volver jamás.
Y lo jodido es que esta te la estás fabricando tú.
Con tus propias manos.
Entonces, emprender no va de ser Apple.
Va de mirar con brutalidad tu vida real.
Y construir desde ahí.
Oye, ¿tienes 10 horas a la semana? Pues el modelo sale de ahí.
¿No quieres depender de estar en directo cada día? Pues lo montamos sin eso.
¿Te da asco Instagram? Se puede sin Instagram.
Te lo digo yo, que ni entro al mío.
Pero antes tienes que aceptar algo que casi nadie acepta:
No todo es para ti.
Y no todo es para ahora.
Cada día escribo un email con una idea para montar un negocio libre.
Te apuntas ahí abajo, mira:
Solo eres libre cuándo puedes decidir. Y aquí verás cómo hacerlo.
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