El otro día abrí la libreta y flipé.
Era de cuándo empezaba con esto de montármelo por internet, allá por el 17.
Y flipé porque tenía apuntadas montones de ideas diferentes.
Una para un curso.
Otra para una masterclass.
Otra para una especie de club de no sé qué (no entendí mi letra).
Y ahí estaban. Esperando turno. Como en la pescadería.
Pero claro, ¿a cuál le das primero?
Porque si haces una, las otras se quedan quietas.
Y si intentas hacerlas todas… te bloqueas.
Y justo de eso va esto que te quiero contar:
Que hay veces que no es que no tengas ideas.
Es que tienes tantas que no haces nada.
Y es normal, ¿eh?
Quiero decir, nos pasa a todos. Como te digo, a mi también me pasaba eso.
Pero escúchame bien esto:
La clave no está en ordenarlas.
Está en elegir solo una.
Una.
Y mover esa.
Entonces ahora lo mismo me dices
—Vale Jordi cabronazo, ¿pero cuál elijo? ¿La más guay? ¿La que suena mejor? ¿La que me hace parecer más emprendedor empotrador?
No, elige la que más impacto pueda tener esta semana.
La que más rápido puedas entregar.
La que pueda ayudar a alguien, ya.
Aunque no sea perfecta, ojo.
Aunque no sea “la mejor”.
Aunque no sea la más sexy.
Da igual.
La más rápida en salir, esa es la que toca.
En todo caso, puedes hacer con esta información lo que quieras.
Yo te la dejo ahí, blandita. Solo tienes que empujarla.
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