Oye…
¿Y si el miedo no es que te salga mal?
¿Y si lo que te frena es que te salga bien?
No, en serio.
Que funcione.
Que arranque.
Que entre pasta.
Que te digan sí.
Y que entonces te toque sostenerlo todo.
Otra vez.
Digo otra vez porque casi seguro tú ya lo viviste.
Ya montaste algo que parecía la hostia en patinete.
Y terminó exprimiéndote más que tu curro anterior.
Con menos sueldo y más ansiedad.
Eso no se olvida, ¿eh?
Lo sé bien.
Entonces claro, ahora tienes la idea.
Tienes el mapa.
Tienes hasta las putas herramientas.
Pero te quedas ahí.
Parado.
Como con el coche en punto muerto.
Motor encendido.
Luces puestas.
Pero sin tocar el pedal.
Porque una parte de ti sabe lo que viene si te atreves.
Sabe que si esta vez sí te sale…
puede que te vuelvas a perder dentro.
Porque otra jaula, por muchas vistas que tenga, no deja de ser otra puta jaula.
Y eso es incompatible contigo cuándo tu mayor valor es la libertad.
¿Y?
Pues que el miedo al éxito no suena épico.
No es sexy.
Pero es real.
Y si lo ignoras, te saboteas.
Pero si lo entiendes, te libera.
Yo lo que hice en su momento fue preguntarme esto:
¿Lo que estoy montando me hace libre… o me hace falta?
Si la respuesta era «me hace falta», lo paraba.
Fuera.
Otra idea, otro formato, otro ritmo.
Pero que no me devorara.
Que me dejara cenar sin portátil al lado.
Igual eso te sirve hoy.
No para hacer nada raro.
Ni para lanzarte.
Solo para escuchar esa parte de ti que ya sabe.
Y que lleva días queriendo decir algo.
Escúchala.
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