Lo ves, ¿no?
Que cada día estás ahí, dándole a la tecla, grabando, publicando, exponiéndote…
Y total, ¿para qué?
Porque, seamos honestos:
Ni te apetece.
Ni te compensa.
Ni te funciona.
Pero lo sigues haciendo porque te han lobotomizado la cabeza con que si no estás visible… no existes.
Y claro, ahí sigues.
Reels.
Posts.
Historias con emoticonos.
Y el algoritmo pasando de ti como de la mierda.
Y tú, dándole más.
Como si lo que te faltara fuera “constancia”.
Cuando lo que te falta no es visibilidad.
Lo que te falta es un sistema.
Vale, ¿y cómo se monta eso?
Puedes comenzar así:
- Elige un problema concreto que tu cliente ya quiere resolver.
- Diseña una solución clara y vendible, no una idea abstracta.
- Prepara una pieza de contenido que explique esa solución.
- Acompáñala de una página simple donde pueda comprar.
- Y házsela llegar a tu cliente de la forma más directa que conozcas.
Ya está.
Eso es el embrión de un sistema.
Un sistema que funcione aunque tú estés en la montaña, con el móvil en modo avión y el alma en paz.
Porque estar presente no es lo mismo que tener un sistema.
El primero te agota.
El segundo te libera.
Así que eso. Que no necesitas gustarle a desconocidos random ni hacer monerías para que te compren.
Necesitas un maldito sistema que capte clientes por ti sin chuparte la vida.
Aplícalo y verás.
Bueno, se acabó el valor gratis del día.
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