Acabo de ver una story de un fulano diciendo que ha facturado 6 cifras en menos de un mes.
Lo mismo la has visto tú también, no me extrañaría nada.
Y lo primero que he pensado ha sido:
“Qué bien.”
Lo segundo:
“Voy a ver cómo lo ha hecho.”
Pero no desde el juicio, ojo. Tampoco desde la rabia típica de haters con micropene ni desde la envidia del socialista que le roba al que genera riqueza para gastárselo en putas y cocaína.
Sino desde el puro egoísmo de aprender de los que consiguen cosas que tú todavía no.
Porque esa gente, humo aparte, lo más seguro es que sepa cosas que tú todavía no.
Ok, ¿y por qué te cuento esto ahora?
Pues porque tú ves eso un martes por la mañana, con tu café frío, con tres tareas a medio hacer y cero ventas, y claro…
Te empiezas a rayar.
¿Estoy yendo muy lento?
¿Tendría que estar más arriba?
¿Lo estoy haciendo mal?
No lo dices, pero lo piensas.
Y empiezas a tomar decisiones desde ahí.
Desde la comparación.
Desde el miedo.
Desde las prisas.
Como si ese fuera el ritmo correcto.
Como si tú también tuvieras que volar y contarle al mundo lo bien que te va… aunque por dentro estés temblando.
¿Sabes cuál es la puta verdad?
Pues que mayoría de gente que parece volar….
Son una excepción. Un caso raro.
Insisto, son la excepción. No la regla.
Y tú no estás aquí para batir récords.
Ni mucho menos necesitas construir como un caso raro.
Necesitas construir como tú.
Desde tu energía.
Desde tu claridad.
Desde tu realidad.
Y eso, a veces, implica ir más lento.
¿Pasa algo por ir más lento?
No pasa nada.
Porque ir lento no es el problema.
El problema es construir mirando el mapa de otro.
Ese sí que es un jodido problema, hazme caso.
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