Tú me entiendes.
Te mola lo que haces, pero estás hasta las narices del formato.
Sesiones, reuniones, cambios de hora, uno que llega tarde, otro que quiere hablar “cinco minutos”…
Y al final del día, lo único que te queda claro es que estás reventado.
Y encima mal cobrado.
Porque esa es otra: curras más que antes, pero lo cobras como si hicieras favores.
A ver, que no es culpa tuya.
Montaste lo que te dijeron que había que montar.
Pero nadie te avisó de que ibas a ser esclavo de tu agenda.
Ni de que cada cliente nuevo iba a ser una hora menos de descanso.
Y claro, así no se puede.
Porque una cosa es currar mucho.
Y otra, dejarte la vida para sacar 2.000 euros al mes, con la lengua fuera.
Entonces, ¿qué te recomiendo que hagas?
Pues cambiar el enfoque.
Montar una oferta que se venda sola, sin que tú estés todo el santo día encima.
Una que ayude igual, pero sin que te exprima.
Y para eso, lo primero que tienes que pensar es esto:
- ¿Cómo puede avanzar mi cliente sin que yo tenga que estar ahí cada día?
- ¿Dónde está el resultado que él quiere, y cómo puedo dárselo sin atarme?
Ahí está la clave.
Quiero decir, no es dejar de ayudar: es dejar de esclavizarte para hacerlo.
Y justo de ese tipo de cosas son de las que hablo en mi newsletter.
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